AÑO 7 NO. 25 || 15 . MARZO . 2015
REVISTA ELECTRÓNICA TRIMESTRAL DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNIVERSIDAD DE LA SALLE BAJÍO
EL DESARROLLO DE LOS SISTEMAS AXIOLÓGICOS EN EL SER HUMANO Y SU IMPORTANCIA EN LA FORMACIÓN DEL PROFESIONAL DE LA CRIMINOLOGÍA Y CRIMINALÍSTICA.

Artículo realizado por: Lic. Irma Briceño Martínez

Catedrática de la Facultad De Derecho de la Universidad De La Salle Bajío, A.C.


Imagen tomada de: www.emagister.com



Introducción

El tema central de este trabajo presenta diferentes enfoques sobre los valores y el desarrollo de un sistema axiológico en la persona, dicho desarrollo se aborda desde enfoques socioculturales y psicológicos; en un intento de realizar una comprensión integrada de las manifestaciones conductuales de una persona en su devenir cotidiano. Se enfatiza también sobre la importancia de conocer las particularidades de los sistemas de valores que ostentan los Criminólogos y Criminalistas en formación en la Universidad De La Salle Bajío, lo que permitiría acentuar los aspectos formativos que resulten pertinentes.

Generalidades sobre los valores.

En este apartado se abordan conceptualizaciones generales sobre los valores y sus vicisitudes en la conformación de un sistema axiológico particular, y específicamente en el enfoque desarrollado por Schwartz (2006) ya que, en otro parte del documento se hablará del perfil valoral encontrado en los estudiantes de Criminología y Criminalística, basado en el instrumento propuesto por este autor.

Una de las principales tareas de desarrollo personal de los seres humanos es la conformación de un sistema axiológico, que le de referencia para su actuar en la vida cotidiana y en diferentes contextos.

Este sistema es un constructo personal, que se va desarrollando a lo largo de toda la vida y que se encuentra influenciado por agentes externos e internos. Por lo cual, a pesar de ser una construcción individual, en él se manejan conceptualizaciones universales que son incorporadas por el individuo; y que le permiten su inserción y adaptación social.

Los valores han sido estudiados desde diferentes disciplinas, como la filosofía, la antropología y la psicología, entre otras. Por tanto, la conceptualización de valor puede tener diferentes perspectivas. En los estudios de las décadas de los sesentas y setentas se definía a los valores como una creencia o conjunto de creencias que determinaban la conducta y preferencias de una persona o de la sociedad. Rokeach (1973, citado por García del Junco et al, 2010), investigador pionero de los valores, realizó diferenciaciones para la compresión entre lo que constituyen los valores, las actitudes, los intereses y rasgos de personalidad. Para este autor, los valores son criterios que permiten establecer juicios de deseabilidad (deseable o no deseable) en una forma de conducta específica o en un estado de existencia sobre otro; entiende a la conducta como un valor instrumental y al estado de existencia como un valor terminal (que incluye los valores personales y sociales); concluyó además, que los valores se encuentran organizados en una estructura jerárquica o sistema de valores. Y que dicho sistema puede cambiar a partir de la socialización o influencias culturales.

Schwartz (2006) hizo una definición de los valores, como metas deseables por el individuo, que son transituacionales y que varían en grado de importancia y dan orientación a la vida y conductas de un individuo o a una entidad social; los valores aportan criterios que posibilitan juzgar o justificar acciones, y cuya adquisición está apuntalada en la experiencia personal y en la socialización de los valores de un grupo dominante. Schwartz planteó un modelo constituido por diez valores universales: autodirección, estimulación, hedonismo, logro, energía, seguridad, conformidad, tradición, benevolencia y universalismo; que a su vez agrupó en las categorías de autotrascendencia, autoengrandecimiento, conservación y apertura al cambio. Sin embargo, también postuló que cada individuo les organiza de una manera en particular, en un continuo motivacional y que cada valor entrará en mayor o menor conflicto, lo cual estará determinado por la cercanía entre un valor y otro, y que dichos objetivos motivacionales son los que determinarán la conducta del individuo, pudiendo el conflicto, y por ende la conducta, variar de acuerdo a momentos y contextos distintos; por ejemplo, el sujeto puede enfrentarse al conflicto de perseguir sus propios intereses o conservar el orden social establecido. Para hacer una medición de valores, acorde a estos desarrollos teóricos, Schwartz ideó el Portrait Value Questionarie, que consiste en presentar a las personas a evaluar, cuarenta retratos verbales en los que se describe a una persona con metas, aspiraciones o deseos que se refieren implícitamente a la importancia de un valor; permitiendo que el individuo valore cada retrato presentado y se proyecte en él, de acuerdo a la opción de respuesta que elija.

Puntualizaciones psicológicas sobre el desarrollo mental y la moralidad.

Para que un ser humano realice un constructo tan complejo como lo es un sistema de valores y pueda actuar en consonancia con él, requiere de un desarrollo cognitivo y emocional importante. Desde el enfoque cognitivo hay dos autores que se consideran fundamentales para la comprensión del desarrollo moral. Piaget (citado por Papalia et al, 2005) propuso que el desarrollo moral de los niños se da en tres etapas y cuyo avance es gradual, de manera que cada etapa abarca varios años de la vida del ser humano. En la primera etapa, de los dos a los cinco años, los niños consideran que las normas provienen de los adultos con autoridad y que no son susceptibles de cambio, su moralidad está basada en la obediencia a las figuras de autoridad. La segunda etapa, de los siete a los once años aproximadamente, presenta una mayor flexibilidad y el niño es más autónomo en sus juicios, lo cual está basado en la cooperación y respeto mutuos; a este desarrollo contribuye el hecho de que el niño interactúa ya con más personas y perspectivas morales, concluyendo que no hay una sola norma sobre lo correcto y lo incorrecto, de manera que pueden conformar un sentido propio de la justicia. En tercera etapa, de los 11 años en adelante, ante la madurez que ha alcanzado en el desarrollo cognitivo, el individuo puede hacer juicios sobre la igualdad, que más tarde dará paso al sentido de equidad.

Por otro lado, Kolhberg (citado por Barba, 2005 y Papalia, 2005) desarrolló un enfoque cognitivo-evolutivo, estableciendo tres niveles de desarrollo de la moralidad. El primero fue llamado nivel preconvencional, que tiene lugar entre los 4 y 10 años de edad; en éste el individuo actúa bajo controles externos, se obedece la norma para recibir incentivos positivos o para evitar castigos, se acciona desde un interés y perspectiva individualista. El nivel de moralidad convencional se adquiere alrededor de los 10 años, en este momento el sujeto ha internalizado ya los estándares morales de figuras de autoridad; hay ya una perspectiva social, en donde el individuo desea vivenciarse como una buena persona, agradar a los otros y se preocupa por la permanencia del orden social.

Finalmente, el nivel posconvencional se alcanza en la adolescencia o en la vida adulta, en la cual la persona ya tiene plena consciencia de los valores que privan desde las perspectivas moral y legal; los individuos son capaces de identificar conflictos de acuerdo a los estándares morales que se encuentran establecidos socio-culturalmente y juicios propios, basados en principios como el bien, la justicia y la imparcialidad. Hay un estadio intermedio o transcicional entre la moralidad convencional y posconvencional, es un momento en el que el sujeto ya no se siente restringido por los estándares morales sociales pero que aún no desarrolla sus propios principios rectores, de manera que suele hacer juicios morales de acuerdo a sus sentimientos personales. Kolhberg menciona que no siempre el ser humano logra alcanzar dicho nivel de desarrollo y aunque cronológicamente sea joven o adulto, puede actuar de acuerdo a un nivel de moralidad inferior al correspondiente a su edad.

La maduración cognitiva y neurológica resultan esenciales para el desarrollo emocional, y son procesos que cursan paralelamente; a medida que el sujeto aprende a procesar la información que recibe y logra hacer representaciones, estará en condiciones de avanzar en su desarrollo emocional, desde edades tempranas.

En un excelente disertación teórica sobre los principales planteamientos freudianos sobre el funcionamiento de la mente, Isabel Díaz Portillo (1998) habla del funcionamiento del aparato mental, en niveles y de acuerdo a las instancias que le componen.

La mente tiene tres niveles de funcionamiento: inconsciente, preconsciente e inconsciente. Este último, está conformado por los contenidos no conscientes producto de mecanismos represivos, contiene las pulsiones o deseos del sujeto; y está caracterizado por la atemporalidad, la coexistencia de elementos contradictorios, el lenguaje simbólico, y valen tanto la realidad interna (deseos, fantasías, etc. del sujeto) como la externa (contexto) y predomina el principio del placer. El preconsciente contiene elementos que van del consciente al inconsciente y a la inversa; además contiene impresiones del mundo externo; se encuentra más cerca del consciente que del inconsciente. Se rige por el proceso primario y el principio de realidad, y entre sus características se cuentan: tiene temporalidad, lógica y relaciones de causa-efecto. El consciente se encuentra en contacto con estímulos externos e internos, se rige por el proceso secundario y el principio de realidad; es un órgano sensorio-perceptual que protege al aparato mental o psique y comparte las características de temporalidad, lógica y causalidad del preconsciente. Es así que la consciencia se constituye en un estado de alerta a las percepciones provenientes del mundo externo, del interior del cuerpo y de la mente, incluyendo afectos y pensamientos.

Por otro lado, el aparato mental o aparato psíquico se compone de tres instancias: ello, yo y superyó. El ello es una instancia de constitucional, de origen biológico o más bien dicho, fisiológico. Es el depositario de la energía que moviliza al aparato psíquico, contiene además, la expresión psíquica de las pulsiones y es su nivel de funcionamiento es totalmente inconsciente. Las pulsiones son procesos dinámicos, también entendidas como impulsos, cargas energéticas o catexias; que se originan en el organismo mismo y propenden al individuo hacia un fin, a saber, suprimir el estado de tensión o excitación acumulado, que busca la descarga a través de un objeto del mundo externo. La pulsión es somática y psíquica; accede a la consciencia a través de derivados o representaciones, como: pensamientos, deseos, fantasías, afectos, alteraciones corporales, síntomas, etc. Solamente existen las pulsiones de vida y muerte, de la cual se derivan diferentes estados anímicos en la persona. Se puede entender al yo como aquella entidad psíquica que contiene elementos conscientes, preconscientes e inconscientes, y que tiene como meta principal, conciliar las exigencias de la realidad externa, del ello y del superyó. El yo tiene funciones que le permiten tener contacto con la realidad, tales como la percepción, el control de la motilidad, el lenguaje, la memoria, etc. Además de funciones defensivas que le permiten protegerse ante las demandas y conflictos planteados por la realidad o las otras instancias del aparato psíquico; algunos de estos mecanismos de defensa son negación, represión, proyección, introyección, identificación proyectiva, formación reactiva, transformación en lo contrario, desplazamiento, racionalización, intelectualización, sublimación, entre otros.

Finalmente, el superyó es la instancia mental producto de la internalización de las normas morales; surge a través de la identificación con los padres y otras figuras significativas de la infancia. Las funciones psíquicas se expresan en actitudes de consciencia moral y sentimiento de culpa. Tiene funciones de crítica u oposición contra los deseos derivados de las pulsiones , lo cual da lugar a la tensión, manifestada en forma de sentimientos de culpa o remordimientos de consciencia. Otras funciones superyoicas son de protección o recompensa, establecidos en formas de ideales o valores, esto se conoce como ideal del yo, el cual constituye un modelo al cual trata de ajustarse el sujeto, se compara con él y dependiendo del ajuste a dicho modelo habrá un grado mayor o menor de autoestima, por ejemplo. Los efectos de un desarrollo armónico del aparato psíquico devendrán en una fortaleza de la personalidad, mejor adaptación a las exigencias de la realidad, la regulación y control de los impulsos, mayor tolerancia a la ansiedad y frustración, y una capacidad sublimatoria, es decir, la capacidad de armonizar las exigencias internas y externas y darles una salida no sólo aceptable socialmente sino de una forma creativa y propositiva para el individuo y su entorno.

Estas conceptualizaciones acerca de cómo se desarrolla y funciona la mente humana son esenciales para ofrecer una explicación, desde la perspectiva psicoanalítica de cómo el individuo norma su conducta, del trabajo interno que debe realizar para resolver sus conflictos personales, incluyendo las decisiones éticas y morales, y funcionar en sintonía con las estatutos socio culturales.

Las directrices morales e ideales son incorporadas paulatinamente, a partir de los límites y normas implementadas por las figuras significativas para el sujeto en sus primeros estadios de desarrollo, el cómo realice estas introyecciones dependerá de la cualidad de sus relaciones con estas figuras y de los fenómenos internos que vivencie a lo largo de su desarrollo emocional temprano; más tarde habrá otras figuras en su experiencia vital, que influyan trascendentemente en la formación de estas instancias mentales, como los maestros, amigos y la sociedad en su conjunto. Un individuo que tiene un desarrollo defectuoso de las instancias yoica y superyoica, verá comprometido el desarrollo armónico de su personalidad y se observará en su comportamiento cotidiano. Esta preocupación no es banal, ya que si hay fallas o distorsiones importantes en la constitución de la personalidad (y por supuesto el aparato mental) un individuo podrá desarrollar, desde problemas (emocionales, conductuales) hasta verdaderos trastornos mentales o de personalidad, que trastoquen toda posibilidad de un desarrollo emocional saludable, y que sus conductas pueden resultas peligrosas para otros, como en el caso de los individuos sociopáticos, que utilizan sus características personales para el cumplimiento de sus metas y deseos personales exclusivamente.

Es importante enfatizar que el individuo troquela su personalidad, y desarrollo mental, desde el nacimiento hasta los inicios de la edad adulta; de manera que al cumplir la mayoría de edad su personalidad queda conformada tal cual va a funcionar el resto de su vida. De acuerdo a esta propuesta teórica, los universitarios tienen avanzada ya la constitución de su aparato mental y personalidad al ingreso a la carrera, y deberían haber logrado una madurez emocional importante, se esperaría que tuvieran fortaleza yoica o la capacidad para poder lidiar y matizar las exigencias del contexto (ambiente, padres, pares) y las propias el sujeto (fantasías, emociones, sentimientos, temores, deseos); un desarrollo superyoico no laxo, no punitivo; que le permitiera tomar decisiones que no le lastimen a sí mismo o a los demás, que le permitan vivir sin la experimentación constante de culpa o remordimiento; y que al mismo tiempo, el sujeto pueda tener una mejor vivencia de su persona integralmente, que sienta la certeza de ser valioso y que su desarrollo, logros y personas, corresponde a lo esperado por las personas y la sociedad.

Sin embargo, los universitarios, al posponer su entrada al mundo adulto, con todas sus obligaciones sociales, económicas y culturales, excepto las obligaciones legales; tienen un período de gracia, que podría ayudarles a cerrar los procesos de desarrollo emocional que hayan quedado incompletos, incluyendo las adquisiciones en cuanto a desarrollo superyoico (moral e ideal). Es por esto que resulta trascendental que toda formación disciplinar lleve aparejada la formación ética y moral, y de la misma manera, resulta esencial conocer cuáles son los desarrollos morales que el universitario ha construido hasta su entrada a la universidad.

El Desarrollo del sistema de valores y su incidencia en la formación del profesional en Criminología y Criminalística.

Se espera que todas las personas logren actuar en apego al cumplimiento de las normas y estándares establecidos social, cultural y legalmente. En la formación de todo profesionista esto es un punto nodal, particularmente se considera que todo profesional de la Criminología y Criminalística debe tener un sofisticado sistema rector de sus acciones y decisiones cotidianas, por la naturaleza de sus funciones y responsabilidad profesional. Por lo cual sería importe conocer cómo está constituido su sistema valoral al ingreso al mundo universitario.

De acuerdo a un estudio realizado en 2014 (Briceño et al, 2014), con el Portrait Value Questionarie (Schwartz 2006), sobre el “Perfil valoral de los estudiantes de licenciatura de la Universidad De La Salle Bajío” (documento interno), a partir de una muestra global de 1713 alumnos, 60 de los cuales fueron estudiantes de la carrera de Criminología. Se encontró que de los diez valores del test, los más altos fueron la autodirección, el Universalismo y la Benevolencia; lo que indica que buscan más la independencia en su pensamiento y acción, es decir, la capacidad para determinarse a sí mismos, como valor más importante. En segundo lugar, muestran preocupación, tolerancia, aprecio y respeto por las personas y la naturaleza; finalmente, hay una búsqueda del bienestar de las personas o grupos con los que se han vinculado y que les dan sentido de pertenencia. También se observó que los valores de poder y logro sí son significativamente diferentes que en el resto de la muestra, lo que indica que estos alumnos valoran menos que otros el alcanzar un status social y ser competitivo socialmente. De acuerdo a las motivaciones generales identificadas en el test los alumnos tuvieron el valor más alto en la trascendencia, categoría que agrupa el valor de universalismo y benevolencia; y en la apertura al cambio, que considera los valores de autodirección, estimulación y hedonismo; para ellos es motivante: la independencia, la variedad, el placer y se preocupan por el otro así como por el bienestar de con quienes conviven.

Desde la perspectiva psicoanalítica, los resultados obtenidos podrían estar aludiendo a que los alumnos estudiados, que son representativos de la población que compone la carrera, han logrado una integración más o menos exitosa del superyó, instancia mental que rige las acciones morales del sujeto, ya que muestran preocupación y respeto por los demás y su entorno; y que su yo ha alcanzado un nivel importante de maduración, al grado de permitirles la autodeterminación, ser tolerantes e independientes, sin dejar de lado la necesidad de tener experiencias múltiples y placenteras. Todo lo cual requiere haber logrado un dominio o adecuado encauzamiento de las pulsiones propias de la vida anímica de todo ser humano.

Estas conclusiones permiten pensar que si existe consonancia entre las características valorales de los estudiantes de la carrera de Criminología y Criminalística y las características esperadas (actitudes, valores, habilidades) y principios éticos fundamentales que demanda el ejercicio de esta profesión. Y que todo esto es producto de un desarrollo más o menos saludable a nivel mental.

Conclusiones

Como se habrá podido observar, existen diversas teorizaciones acerca de los valores y su conformación en sistemas que determinan el accionar de las personas. Lo valioso es que no hay contradicciones entre los diferentes enfoques, solamente constituyen perspectivas explicativas que difieren en el énfasis o nivel de profundidad en la comprensión del desarrollo y conformación final del sistema valoral de cada individuo.

Son interesantes las aportaciones cognitivo-evolutivas sobre la maduración del pensamiento, ya que éste es la base para los demás procesamientos de información que pueda realizar un sujeto; y hay un punto que resulta trascendente y desalentador al mismo tiempo: no todas las personas alcanzan los niveles maduracionales y de desarrollo moral acordes a su edad cronólogica, que les permitan un adecuado funcionamiento personal social. Es decir, resulta perturbador pensar que algún estudiante de Criminología que esté a punto de ser profesionista con la responsabilidad y sentido ético de su carrera, se haya quedado en un estadio preconvencional de desarrollo moral, en el que se actúe solamente para evitar un castigo, por ejemplo suspensiones laborales, sanciones legales, etc., y no porque se esté en consonancia interna con las normas establecidas en un orden personal, social y legal.

Las referencias acerca de la formación del sistema de valores, que orienta la conducta y experiencia humana, incluye también la comprensión de que si no se ha dado un desarrollo emocional y mental, relativamente armónico que permita la conformación de una personalidad fuerte y saludable, será dudoso que la persona logre constituir una escala de valores ad hoc a la sociedad en la que se encuentra inmerso y en respeto a los demás y su entorno.

Por otro lado, el adelanto sobre los resultados de la investigación realizada con alumnos de la universidad y específicamente de la carrera de Criminología y Criminalística, son una alentadora muestra de que la ardua tarea de perfilar y seleccionar minuciosamente a los aspirantes que ingresarán a la carrera, ha sido uno de los aciertos académicos de la Facultad.





Referencias y citas

La autora es Psicóloga Clínica, con estudios de posgrado en psicoterapia psicoanalítica de la Infancia y Adolescencia. Es Coordinadora Académica de Psicología de Escuela de Educación y Desarrollo Humano, docente de la Universidad De La Salle Bajío, en Educación y Criminología.

Cfr. SCHWARTZ, Shalom. “Basic Human Values: theory, measurement, and applications”. Revista Francesa de Sociología. Jerusalem: Universidad Hebrea. 2006.

Cfr. GARCÍA DEL JUNCO, Julio et al. Una revisión exploratoria del modelo de Schwartz. Econ.Gest.Desarro. Cali. Junio 2010. No. 9 Pp. 35-66.

Cfr. PAPALIA, Diane et al. Desarrollo humano. Novena edición. MacGraw Hill. México. 2005. Pp. 351, 352 y 451.

Cfr. BARBA, Bonifacio. Desarrollo del juicio moral en la educación superior. Revista Mexicana de Investigación Educativa. México. Ene-Mar 2005. Vol. 10. Pp. 67-92.

Cfr.DÍAZ PORTILLO, Isabel. Técnicas de la entrevista psicodinámica. Primera edición, cuarta reimpresión. Pax. México. 1998. Pp. 15-22.

Cfr. Briceño, Irma et al. Perfil valoral de los estudiantes de licenciatura de la Universidad De La Salle Bajío. Reporte de investigación. Documento interno, utilizado con permiso de los autores. 2014.





Bibliografía

BARBA, Bonifacio.2 Desarrollo del juicio moral en la educación superior”. Revista Mexicana de Investigación Educativa. México. Ene-Mar 2005. Vol. 10. Pp. 67-92.

BARBA, Bonifacio. “Educación y valores. Una búsqueda para reconstruir la convivencia”. Revista Mexicana de Investigación Educativa. México. Ene-Mar 2005. Vol. 10. Pp. 9-14.

BENITEZ, Arturo. “La educación en los valores en el ámbito de la educación superior”. Revista iberoamericana sobre calidad, eficiencia y cambio en educación (REICE). México. 2009. Vol. 7. No. 2. Pp. 117-129.

BRICEÑO, Irma et al. Perfil valoral de los estudiantes de licenciatura de la Universidad De La Salle Bajío. Reporte final de investigación, de la décima convocatoria de investigación. Universidad De La Salle Bajío. 2014. Pp 1-12.

BRINKMANN, Hellmut. Estructura psicológica de los valores. Presentación de una teoría. Revista Sociedad hoy. Chile. 2000.

DÍAZ PORTILLO, Isabel. Técnicas de la entrevista psicodinámica. Primera edición, cuarta reimpresión. Pax. México. 1998. Pp. 15-22.

GARCÍA DEL JUNCO, Julio et al. “Una revisión exploratoria del modelo de Schwartz”. Econ.Gest.Desarro. Cali. Junio 2010. No. 9 Pp. 35-66.

LEZCANO, Fernando et al. “Implicaciones de la teoría de valores humanos de Schwartz”. Revista iberoamericana de educación (RIE). España. 2012. No. 60/1

LÓPEZ, Martín. “Educación de la libertad. Un nuevo acercamiento para comprender la relación valores-educación en el contexto de la pluralidad e incertidumbre del mundo actual”. Revista Iberoamericana sobre calidad, eficacia y cambio en educación (REICE). España. 2009. Vol. 7. No. 2. Pp. 185- 199.

MORENO, Tiburcio. “Formación y Valores”. Colección: la investigación educativa en México 1992-2002. México. 2005. Vol. 8. Pp. 370-405.

PAPALIA, Diane et al. Desarrollo humano. Novena edición. MacGraw Hill. México. 2005. Pp. 351, 352 y 451.

SCHWARTZ, Shalom. “Basic Human Values: theory, measurement, and applications”. Revista Francesa de Sociología. Jerusalem: Universidad Hebrea. 2006.





La revista Ex Lege es una publicación trimestral, que contendrá interesantes secciones, como las dedicadas a las aportaciones de docentes, alumnos y autores invitados, así como espacios para ponencias, conferencias, entrevistas y noticias.